martes, 28 de abril de 2015

Duelo

I
     Hacia el Siglo de las Vacas,
Catulo, «gens Valeria…»
     En los valles desecados
sostienes el diálogo de los muertos
     has fundado tu silencio
en nombres tenebrosos:
     Dos sombras de pájaros
     Dos nuncas
     Dos sin fin

II
Los grandes sufrimientos no eran su fuerte,
se remitían al futuro
y te piden explicaciones…
     Dos mil años vividos de menos,
eso te arruinaba… una vez
estaban sin tiempo, estaban
sin fin…
     Él lloró, se retiró al sueño de ella,
esperaba las superfluas formaciones de palabras
     de su belleza…
ella no sentía nada
     él penetró en esa NADA,

III
¿Con qué derecho
     en este lugar,
con qué derecho…?

IV
Figuras susurrantes te cubrieron
     de tinieblas,
rompieron cadenas, donde tú estabas,
     te azotaron con azotes de pájaros…
Monumento de tedio en las colinas heladas,
     los días se levantan negros
y tú en tu hambre.

V
Al final de la tumba escuché
     tu voz
en la protesta de la corneja,
     con viles mentiras te até
a las orillas del río…

VI
     ¿Pues quién escribió antes que yo
que nadie vivió antes que tú
     y nadie murió
y nadie estuvo en mí,

     quién escribió antes que yo
que la primavera era invierno
     y el invierno primavera,
     quién escribió antes que yo:
ésos eran nuestros nombres:
     un verde negro,
un rojo mate,

     quién escribió antes que yo
cómo entraba en las frías tumbas
     el viento frío y la muerte fría?

VII
tú en tu sombra,
tú en tu despertar,
tú en tu tiempo,
tú en tu gloria,
tú en tu palabra,
¡tú!

VIII
En las lomas de las colinas del Adagio
     aprendí los días y las noches.

IX
Con mi cuchillo bien afilado
     grabé tu belleza
en la corteza del cielo,

cubrí tus heridas con nieve
     y la sangre se secó con la velocidad del viento…

X
     Durante mucho tiempo no supe
quiénes eran,
     confié en su llamada de auxilio,

les conté el lamento
     de nuestro lamento,
porque mi país me traicionó.

XI
     Arranqué de los grabados nobles rostros
de antiquísimas estirpes.

XII
     Sobrevivir
a las órdenes de la noche,
     tú te refugias en los libros,
a mí me retiene la tierra
     con sus pensamientos.


Thomas Bernhard

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