martes, 27 de enero de 2015

Y chau Buenos Aires

Ayer no pude subir al avión.
Me dijeron que era
porque no había un sitio libre.
Esta mañana supe que fue porque no llovía.
Decía Borges que al destino
le agradan las simetrías y las leves variaciones.
A todos nos tranquilizan las simetrías,
el suave beso rutinario en los labios.
Ayer no llovía.
Hoy sí llueve,
igual que aquel macilento amanecer porteño
(hace nada
                        hace ya tanto)
en que Buenos Aires me recibía
con un beso húmedo en los labios,
ya candente aun sin conocerme
(luego me demostraría su amor
de brazos pausados,
sin el ímpetu sangrante
de ese primer beso anhelado,
pero entonces aún faltaba tiempo para eso)

Ahora este avión me aleja
desbocado entre infinitas láminas
de aire
y yo no puedo dejar de preguntarme,
con ese incómodo sentimiento previo a la nostalgia
que se infla en las costillas,
cuándo volveré a poseer Buenos Aires
como si en verdad fuese mía,
cuándo volveré a perderme
entre los floridos pechos de Palermo
o en las ingles susurradas de San Telmo;
pues la única certeza que tengo en este instante
es que no partí ayer

porque era de noche y sin embargo no llovía.


19/1/2015



Luis Fuente

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