domingo, 18 de enero de 2015

El ángel protector


Tú eres el ave cuyas alas vi
al despertar llamando en plena noche,
sólo con mi braceo, pues tu nombre
es un abismo de mil noches de hondo.
Tú eras la sombra en que dormía en calma,
todo sueño levanta en mi tu germen:
tú eras imagen, pero yo soy marco
que te completa en fúlgido relieve:

¿Cómo nombrarte? Mira arder mis labios.
Tú eres principio que se vierte inmenso:
yo soy el lento y temeroso «Amén»,
que, tímido, concluye tu belleza.

Del reposo a menudo me sacaste,
cuando me era el dormir como un sepulcro,
como perderse y escapar; entonces
me alzaste de las sombras de mi pecho
queriendo alzarme encima de las torres
como pendón bermejo o colgadura.

Tú que hablas del milagro como ciencia
y de los hombres como melodías
y de las rosas, de esos resultados
que se cumplen con fuego en tu mirada;
tú, feliz, ¿cuándo nombras una vez
al que en su día séptimo y final
dejó siempre perdido su fulgor
en tu aleteo?
¿Mandas que pregunte?


Rainer Maria Rilke

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