viernes, 8 de noviembre de 2013

La aventura del saber

Hecho observable diurno en el caleidoscopio arbitrario
de la cultura en astros hijos del azar.
Ínfula de cáliz desatado en amaranto
que pasea sobre los planos:
la cúspide de la pirámide es opaca

¡Arrácame las llagas y cicatrices y
trágatelas!
En un lento fluir de líquidos pleonásticos
que caen sobre la tumba de tus héroes muertos
yacientes en sonrisas vagas...
los sofases de glorias podridas...

“Bienvenido, extranjero,
a nuestra trampa y morada
aquí nos llenamos de leche
nos deleitamos descansando
sobre heridas cicatrizadas”

Y la brizna de hierba
que furia arrastra por el viento
se acerca a tu mano desnuda
sobrevuelas zarandeado
por las luces que arrojan los dioses vestidos de humanos

… ¿o era al revés?...

La violencia acostumbrada es un fugaz fluir lisérgico
bañado en sinestesias de saberes
-monstruos deformes que son la única puerta real-.

Postulamos un conjunto de negras, blancas y corcheas
comprendido entre el límite cuando
la moral tiende al infinito si los astros
están correctamente posicionados
según lo que dice el papel y la fuerza, la velocidad,
furia con la que ese chico se lanza sobre su tabla
y atropella un crucero lleno de europeos
(gente con clase y dinero recorre el mundo
en navíos ataviados como princesas esmaltadas
que lucen entre los dientes los índices
Ibex, Nikkei y demás musiquillos de origen vasco alguno)

Volver al rocódromo sin haber pisado
una piedra imposible de hielo:
deslizándose los pingüinos
que debaten sobre la entelequia
de si es lícito postular subdivisiones
en categorías que no se encuentran
ni lejanamente definidas
ora en la tierra ora en los sueños

huye
destruye
destruye y huye
huye y destruye
destruye huyendo y date un nuevo nombre
falso que te acunará unos segundos

espira
espicha

roza un nuevo horizonte
con los ojos que sangran
porque un cuervo sabía
que te picaban las pupilas

¿Por qué se parece tanto
ir hacia delante y
hacia atrás?

“Para llegar a Lacoma, chaval, necesitas un astrolabio”.

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