viernes, 19 de julio de 2013

Furibundo

Yo la había abrazado.
Mientras afanoso por las ciegas ebriedades
en el umbral ciego iba a tientas
y rápidos golpes repetía
sobre la puerta de los eternos deleites:
de pronto, sobre mi espalda
se alzó y volvió a caer martilleando sordo
y rítmico su pie. Fue el recuerdo
del instante fugaz, en la plenitud
fantástica el llamado de la muerte.
Ardiendo desesperadamente entonces
redoblé mis fuerzas ante aquel llamado
fatídico y jadeando traspasé
la morada de la nada y de la ebriedad, altivo
penetré, con fervor, alta la frente
empuñando la garganta de la mujer
victorioso en la mística fortaleza
en mi patria antigua, en la gran nada.
Dino Campana

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